Todos los metales que contienen hierro en su forma básica son considerados metales ferrosos. Algunos ejemplos de metales ferrosos son el acero inoxidable, el acero al carbono y el hierro forjado.
Normalmente, los metales ferrosos se utilizan en aplicaciones donde la resistencia es el punto focal principal. El hierro fundido se utiliza para muchos propósitos: puertas, vallas de jardín, cubiertas de drenaje, sumideros. El acero fundido, por su parte, se utiliza para herramientas y herrajes decorativos.
Los metales no ferrosos son los que no contienen hierro, por lo que los metales de aleación, que están libres de hierro, también se consideran no ferrosos. Algunos ejemplos de metales no ferrosos son el aluminio, el latón, el cobre y el acero de tungsteno.
Los metales no ferrosos se utilizan en diversas aplicaciones, generalmente en entornos industriales. Ya que tienen un peso más ligero, son beneficiosos, por ejemplo, para construir máquinas donde sea importante la ligereza. Se suelen utilizar cuando la atracción magnética del hierro puede ser una desventaja. Los metales no ferrosos también son ideales para aplicaciones electrónicas y eléctricas.
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